En la actualidad aparecen nuevas complejidades propias de estos tiempos turbulentos que nos toca vivir. Cada época guarda características que transitamos desde la posición que ocupamos dentro del sistema social. Si bien cambios hubieron siempre, me pregunto ¿Cuál será la influencia de todas estas transformaciones en nuestros alumnos?
Escuelas vaciadas de ley, familias que no constituyen lugares de amparo, sistemas escolares altamente desajustados para la época, experiencias fronterizas en el límite social, docentes no preparados para acompañar estas nuevas instancias, padres que no toman su función, nuevos contextos donde nuestros niños necesitan incluirse para construirse en sujetos sociales y deseantes de aprender. ¡Esta es la complejidad!
Sostiene la educadora Inés Aguerrondo: “…la educación y la escuela han permanecido inmóviles en medio de una sociedad cada vez mas acelerada”.
Imaginemos esta escena: aulas con bancos, docentes como protagonistas, chicos callados esperando que la maestra empiece a dictar su clase. Esta puede ser la escuela de hace cien años o…la actual. El gran problema es que los chicos de hoy plantean otros interrogantes para los cuales la escuela no tiene respuestas. Aparece una sensación de impotencia frente a las demandas de cambio y que aún no se encuentra en su totalidad desarrollada.
Lo que sí es indudable que esta generación del 2007 son lo protagonistas de un tiempo histórico que les toca vivir, y por lo tanto reclaman un tipo de intervención acorde a su época, y que plantea sin duda una particularidad. Por eso algunos autores quieren instalar la idea de re-fundar la educación, es decir volverla a fundar. Con ello quiero decir que no se trata solo de un cambio de contenido, metodologías o de prácticas docentes, sino también pensar en nuevas posibilidades de concebir las aulas y las escuelas. No se puede pensar en un nuevo contenido sino se cambia el continente.
La institución escuela tendría que poder generar las condiciones para convertirse en un espacio amparador, sin amenazas, donde el alumno encuentre geografías disponibles, donde logre realizar alianzas y propicie intercambios de modelos estimuladores que favorezcan el desarrollo integral de su personalidad.
¿Es posible pensar que la escuela marque otros posibles tiempos, nuevas maneras de entender el tiempo? Ya que el tiempo, la temporalidad, rigen las prácticas educativas.
Se necesita tiempo para educar, hay un período de espera de construcción, de elaboración. Nos toca vivir un tiempo que se torna inmediato, un aquí y ahora. Un tiempo que se queda sin tiempo.
Lic Elena Farah
Rio Cuarto
13/04/07