La opinión de nuestro panelista invitado Pablo Andersen, Coordinador Area Comercio Exterior de la Fundación de Estudios Económicos, Gubernamentales y Empresariales (EGE), sobre el problema del vino en el mercado ruso.
Los medios noticiosos de Rusia debaten enérgicamente tras la prohibición introducida del 27 de marzo último de importar todos los vinos procedentes de Georgia y Moldavia, por haber sido descubiertos en ellos «pesticidas prohibidos en Rusia», según dice el dictamen del Servicio Federal de Protección de los Derechos del Consumidor. Ninguno de los conocedores de la vinicultura cree en la justicia de ese veredicto. Los pesticidas, lo mismo que otras sustancias nocivas, no pueden estar presentes en el vino de todas las empresas que lo producen. La causa más probable de la medida adoptada es la política. Lo más sensato consistiría en ponerse a analizar qué es lo que sucede en el mercado vinícola de Rusia al margen de la política. Es que allí rigen el impuesto nulo por importar alcohol sin embotellar y el del 25% por importar vinos embotellados. O sea se estimula la producción de vinos baratos en Rusia del material importado. Este último llega fundamentalmente de Moldavia y Georgia y precisamente de ese material se hacen hasta el 90% de los vinos baratos que se producen en Rusia. Se ha desencadenado una campaña de lucha contra las empresas rusas que le ofrecen ese vino barato al consumidor y el objetivo consiste en limpiar espacio en el mercado para las compañías seguras tipo Groupe Castel, que es la tercera productora de vinos en el mundo y número uno en Francia. La compañía ya está presente en el mercado ruso. No se podía hacer antes porque Moscú tenía buenas relaciones con Moldavia y Georgia, pero actualmente esa traba se ha eliminado. Según resultados de 2005, Rusia ocupa el 10º lugar como importadora de sus vinos en cuanto al volumen y el 13º en cuanto al costo. El mercado de vinos ruso se subdivide en el sector de vinos elitistas, en crecimiento, donde Francia no tiene muchos problemas y en el de vinos baratos, donde solamente existe la idea del vino moldavo o el vino búlgaro. Ese consumidor no le es indiferente a los franceses en muchos aspectos. Es que la compañía Pernod-Ricard hace inversiones en la empresa georgiana GWS para contribuir a la recuperación de la vinicultura clásica de Georgia y organizar la fabricación de vinos básicos baratos. Otro detalle: Pernod-Ricard en sus planes de venta de vinos georgianos pone al mercado ruso en el primer lugar sin vacilar. Los vinos en cuestión, al igual que los moldavos, pueden fabricarse sólo orientándose al tradicional mercado ruso, porque se perciben como demasiado exóticos en los demás. Este es uno de los ejemplos de cómo las realidades económicas de los países limítrofes con Rusia están reñidas con la política antirrusa que se aplica en ellos, estimulada por parte de Europa. La política no es una materia a la que deberían dedicarse los exportadores de vinos europeos a Rusia. Pero la reputación del país, que se confirma con cada botella de vino que se produce allí, es una cosa muy seria, de la que vale la pena preocuparse. Si las autoridades de Georgia y Moldavia, o sus vinicultores, no cerrasen los ojos ante la exportación de vinos falsificados a Rusia, ésta no podría imputarle la baja calidad de producción a toda una rama en su conjunto, no lo haría ni con fines políticos ni para defender al consumidor.
Autor: Pablo H. Andersen
Coordinador Area de Comercio Exterior
de la Fundación EGE
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