Sobre la valentía que se necesita para cambiar, reflexiona el médico siquiatra Eduardo Medina Bisiach.
Habría que no despotricar más contra el deporte como el fútbol, cuando éste se transforma en lo que verdaderamente es: un espacio social donde se vuelcan emociones tan dispares como es la alegría y la tristeza, la ilusión y la decepción, el triunfalismo y el abatimiento, etc. El último mundial de fútbol lo demostró.
¿No les parece que esas emociones tan propias de nuestra vida cotidiana, numerosas personas no le asignan en sus existencias un espacio propio para revelarlas? Lo que sucede es que esa área de descarga, en los deportes sobre todo colectivos, es una exteriorización pasional superlativa representada por gestos exagerados, improperios, agresiones e incluso hechos de violencia. En las sociedades constituidas por nosotros los ciudadanos, muchos han descubierto un ámbito donde están permitidas, mejor dicho, han construido un ámbito social-deportivo, extra familiar, donde se puede ejercer una evacuación emocional casi siempre sin consecuencia aún por ruda o grosera que sea.
Esto desde el punto de vista de la salud mental, área que me compete admite una explicación algo más profunda del fenómeno.
Comenzaría por la interpretación del mundo actual, o nuestra sociedad en este milenio. El hombre no ha sabido encontrar medios ni elementos para combatir su enemigo más tenaz: la soledad. Si nos ponemos de acuerdo que estamos viviendo en una sociedad anodina e insincera donde prima el individualismo aunque se declare la integración, donde la emoción mas importante se logra por ejemplo, con el poder o el éxito. Como el egoísmo lleva al aislamiento y el triunfo es de duración efímera…el efecto es que quienes se abocan a esa práctica quedan aislados por un lado (mas soledad) y por el otro mantienen en una búsqueda incesante de una ilusoria vida alegre y placentera con el ejercicio del poder o del éxito. ¡Qué elementos transitorios utilizan algunos (no pocos) para combatir la soledad! Esto es mas notable ante los ojos del viajero itinerante en las ciudades y pueblos de la región, en donde, cuando arriba, percibe todo como si fuera gris y monótono; no nos engañemos, esto también se da en las grandes metrópolis, donde el aburrimiento se enmascara con luces y múltiples sonidos, entretenimientos superfluos y fragmentados, que sin reflexión alguna no dan cuenta que es el método más ineficaz para combatirla. Solo es una pantalla, un artificio momentáneo, una artimaña para seguir con mas de lo mismo. Cuando se está en una grada o tribuna contemplando un deporte o cuando se lo practica, pareciera que todo lo dicho desaparece mágicamente: todos son iguales, desaparecen las diferencias sociales, económicas y culturales. Se goza, se sufre; saltan, gritan, hablan y se abrazan con desconocidos. Son todos hermanos. En esos instantes la “soledad” no existe. Lamentablemente, esa relación que tendría que ser indestructible y constante entre los seres humanos, termina con el evento deportivo; entonces hay un retorno cabizbajo a su cotidianidad hogareña, a su vida gris y monótona. Vida de final utópico porque están negando la realidad donde habitan, una vida sin colores y con poco movimiento, sin cambios, ni desafíos. No se atreven a utilizar al coraje para producir ese espacio existencial, aún a sabiendas que el coraje aumenta atreviéndose, contrario al miedo que se acrecienta vacilando; algunos no tienen el coraje ni la decisión de saltar el cerco, como me dijo una riocuartense de mediana edad “nos damos cuenta de la necesidad del cambio, pero…no nos interesa modificar algo” En fin, acaso el tema pasa porque ciertamente no les afecta. Se instalan en esa seudo-comodidad para quedar cautivos de sus soledades y de sus vacíos existenciales, sin dejar entrar en sus vidas lo diferente, lo nuevo; quizás por no haber podido encontrar un lugar para efectivamente creer en algo, quedándose con la visión de un horizonte carente de luz, de cambio y de crecimiento.
Ya lo decía Jean de Bruyere en el siglo XVII “solo hay un camino para llegar y mil para alejarse” Posiblemente por comodidad hay quienes eligen el segundo. Yo no.
Dr. Eduardo O. Medina Bisiach
eomedinab@hotmail.com
DNI 7.976.139
Psiquiatra Universitario (UBA) Matrícula Especialista Nº 11375
Master Internacional en Adicciones (USAL y Deusto- España)
11/07/06