Comenzaré con ciertas líneas que operan más como un llamado de repudio sobre el cual no me es dado extenderme, pero que puede guiar al lector respecto a mi preocupación a raíz de la muerte del docente neuquino.
La humanidad ha tenido -y tiene aún- vías menos sofisticadas de construcción de la educación, de puesta en acto el fantasma que la articula. La muerte de un docente más que constituir un episodio aislado, tiene un valor humano universal. Sobre sus características nos detendremos nosotros ahora, para extraer nuestras propias conclusiones, ya que es en el punto relativo sobre cuál es el valor universal de la vida de un ser humano, en este caso docente, que versa nuestra diferencia o tal vez nuestra profundización de lo planteado por varios autores sobre las diferencias de valores de vida de diferentes personas.
En este entrecruzamiento conceptual es que nos proponemos abordar, de modo circunscrito, algunas ideas respecto a la cuestión de la docencia, ciñéndonos sólo a aquellos aspectos que consideramos plausibles de ser repensados a partir de ese hecho y parados desde nuestra experiencia como docente.
En primer lugar, es necesario remarcar cómo han progresado nuestras formas de protestas sociales desde los tiempos, y que permiten acceder a la opinión pública de tener, por ejemplo, un conocimiento más acorde a la realidad actual de la docencia. Sin embargo, posiblemente lo que más puede sacudir a un lector atento, es ver el modo con el cual la política progresa, en el marco de sus contradicciones, por superar las nociones comunes del entorno ético y moral. Los docentes se presentan al observador como una colectividad de individuos quizás valiosos en todos los aspectos. Pero el caso es que desde el poder los toman como objetos, no obstante ser personas genésicamente maduras además de profesionales, y esto me parece de entrada una aberración. Creo que se está universalizando, en esta época histórica, como una generalización abusiva. No puede ser atribuida esta desgracia a un defecto del sistema educativo. Por el contrario, creo que más se puede imputar a la “coagulación y pobreza teórica” política, y que no admite ningún argumento que permita considerar a la docencia como una de las vicisitudes posibles a rescatar, por ser los pilares del futuro de toda sociedad democrática. A partir de ello devienen los que están de un lado del mostrador, considerado como los del poder o del otro lado considerado como educadores. Otra cuestión a la cual no podemos dejar de referirnos remite al hecho de que, por supuesto, la protesta social neuquina no puede ser abrochada a ningún estadio particular de protesta social similar, llamase piquetero ni, correlativamente, a ninguna acción de violencia social. Sus distintas formas remiten a distintos tiempos y procesos de estructuración social, y no puede ser considerada antidemocrática bajo ninguna circunstancia como tal. Para terminar me remito a Mex Urtiberea:
”No se le pega a un maestro, no se le puede pegar a un maestro, no debo pegarle a un maestro, a los maestros no se les pega, a los maestros no se lo matan. Sepan, conozcan, interpreten, subrayen, comprendan, resalten, razonen, interioricen, incorporen, adquieran, retengan este concepto, aunque les cueste porque siempre están distraídos, presten atención y métanselo en la cabeza: los maestros son sagrados”
Lic Elena Farah
09/04/07