Un aporte de esperanza al problema de la violencia en las escuelas desde la ópitica de la especialista en educación Elena Farah.
Con gran consternación estamos viviendo severos episodios de violencia escolar. Violencia, lamentablemente minimizada recurrentemente; sociedad que con extrañeza y desconcierto, se rasga las vestiduras ante los lamentables sucesos generados por adolescentes en entornos educativos; efectivamente, los humanos somos la única especie en la escala biológica que hacemos de la violencia un fin en sí mismo, sin embargo cada vez más niños y adolescentes son los protagonistas de un tipo de violencia, valga la ironía, “reservada” para adultos.
Dada la complejidad del problema, aunque me lo proponga, abarcar todos los estudios y tratados a la hora de exponer de manera global la violencia, me resultaría imposible.
En consecuencia me decidí abordarlo desde un punto mas humanístico-sociológico, apuntando al futuro, a intentar generar propuestas educativas, porque se me presenta ante mí, la figura de un ser humano como “El Extranjero” de Albert Camus, como un hombre alienado, desconectado, sin lazos ni ataduras con nada ni nadie, victima de la desintegración y desinterés social, que mata y no siente nada.
Sirva lo ocurrido para reflexionar acerca de nuestra “sociedad del seudo-bienestar”, esa sociedad en ocasiones algo insensible y poco predispuesta a detectar el desamparo en que se encuentran sujetos socialmente frágiles que aprenden a ser violentos, por el sencillo método del hábito, de imitar comportamientos agresivos.
Partiendo de“Civilización es antes que nada, voluntad de convivencia” de Ortega y Gasset , parafraseo a Jaime Barylko “en la voluntad de convivencia, el yo soy así debe encuadrarse en el nosotros somos así y queremos vivir así y no de otra forma, tienes que adaptarte, al menos en lo exterior, en lo más superficial de la convención social”
Antes a la violencia como a la pobreza, teníamos que salir a buscarla. Ahora está instalada en la vida cotidiana formando parte de un nuevo modelo cultural que atraviesa la sociedad como país emergente.
Si bien es un contexto cultural estructurado por nosotros, también nosotros tenemos la capacidad de modificarlo, de encauzarlo, Teniendo en cuenta que las conductas de las personas está determinada no sólo por las características peculiares de cada individuo, sino también por la influencia que sobre ellas ejercen otras personas, puede constatarse que nuestro comportamiento está muy condicionado por el ambiente en que vivimos.-
Sin embargo no es menos cierto que las personas no nos limitamos a sufrir la presión de la sociedad que conforma nuestro comportamiento, sino que también somos actores con capacidad para modificar el ambiente en que vivimos.-
Nuestra reflexión, creo yo, debe girar en torno a cómo la sociedad entiende y reacciona frente a las acciones violentas protagonizadas por los jóvenes, que actitud adopta la sociedad “adulta” ¿Que decimos de esa agresividad cotidiana que la tenemos como“incorporada” a nuestra sociedad, como es la violencia ofrecida en el deporte, la violencia en el lenguaje, la violencia en los medios de comunicación, la violencia oficial e internacional, etc. Les estamos allanando y facilitando a nuestros jóvenes con nuestra actitud activa, el camino para que se conviertan en consumidores de la agresividad
En el fondo los actos violentos están sustentados por valores, es decir, creencias sobre lo bueno y lo malo de una acción que le empuja a obrar de acuerdo a esa creencia; estamos todos de acuerdo que los valores conforman la conducta de las personas y guían su vida.
Frecuentemente existen lagunas importantes no sólo en los valores sino en la jerarquización de los mismos al anteponer, por ejemplo, los derechos de una lengua o una cultura sobre la vida misma de las personas, es decir sobre su integridad física o psíquica.. Esto significa una jerarquía socialmente desorganizada.
El momento de reflexión que hoy hacemos tiene que plasmarse luego en un momento de acción. Y… al decir de Enrique Mariscal “¿Cuál es nuestro terreno?: el cuerpo, la familia, el vecindario, el trabajo, la escuela, toda nuestra influencia social es el espacio de gestión, el ámbito germinal para nuestra propia jardinería. Es muy importante descubrir y potenciar nuevos terrenos. Sirve con humildad aquel que inteligentemente descubre y desarrolla espacios vacantes, propicios para la jardinería”
Según Barylko “El proceso educativo tiene que sincerarse. El permisivismo, el abandono, el que los jóvenes se arreglaran solos fue la gran fuga de medio siglo argentino. Educar en valores es un manifiesto contra la mentira y la violencia”
Delafrance opina que “la agresividad de los alumnos es una respuesta a la violencia institucional que se produce a través de los reglamentos, evaluaciones, contenidos instructivos, orientaciones escolares etc.” Dubec “estas conductas agresivas son la expresión de una especie de rabia, de conflicto no manifiesto entre los alumnos marginados y la escuela”
Posiblemente la única vía para abordar estos fenómenos es cambiar la dinámica de los centros escolares y abrir la escuela a la ciudad, a las asociaciones ciudadanas y a los problemas sociales. Los jóvenes y también los adultos necesitan sentirse vinculados a un ideal, a una ilusión, a un grupo.
Estos episodios violentos exigen y fundamentan el hecho que de una vez por todas, la violencia sea objeto no solo de atención escolar, sino de la familia, de la comunidad.
Que la discusión sea de la realidad, la realidad de los conflictos, “la paz preventiva” y no la “guerra preventiva” como excusa para bombardear pueblos, los derechos humanos, la tolerancia, la paciencia, etc. sean considerada como contenidos escolares. Esto tiene que convertirse en parte esencial de la socioeducación primaria y secundaria o bien correremos el riesgo de referirnos a estos principios como espacios formales sin repercusión en la realidad.
Por eso debemos evitar las estrategias que plantean minimizar la violencia -el uniforme único o el asignar agentes de seguridad en cada instituto escolar; tenemos que ser concientes que son acciones periféricas de forma y no de fondo, y aunque pueden minimizar los riesgos, es imperioso abordar los problemas en sus verdaderas raíces: consolidando la familia, minimizando la pobreza, generando nuevos espacios recreativos y catárticos, ser mejores ciudadanos reconvirtiendo la institucionalidad en espacios éticos.
Creo que forjar a un hombre libre, previa a la acción hay una reflexión, y luego una vuelta a la acción.
Expongo tres propuestas emergentes de mi reflexión, como aporte esperanzador:
– Es necesario un aprendizaje emocional en convivencia: Si las emociones superan a las personas, no le permiten relacionarse consigo misma y con los demás adecuadamente.
Si reconocemos nuestras emociones y la manejamos de una manera productiva mejoramos nuestro desarrollo personal y alejaríamos el fantasma de las reacciones violentas. Es un aprendizaje emocional que forma parte esencial de la educación social.
– Conscientes de la importancia e influencia de los medios de comunicación como factores de socialización, sugiero como medida preventiva de la violencia, un código ético de la comunicación y… su cumplimiento.
– Todo profesional o personas en contacto con los niños y jóvenes, deben tener una buena formación acerca de la ética y de la violencia; y de cómo abordarla desde planteamientos educativos y no de control.
No será un camino esperanzador, parafraseando a Arnold Toynbee “para forjar a ese hombre extra-ordinario que trae el mensaje de una nueva vida: la forja del hombre libre”
Porque para forjar al hombre libre, la sociedad debe pasar de la acción a la reflexión, y después de la reflexión a la acción; en un plano nuevo y mas alto. Hay una dualidad de movimiento: retiro y retorno. Retiro es alejarse buscando la inspiración y la meditación.
Y retorno es la vuelta con el mensaje esperanzador cosechado en ese retiro, para modificar la sociedad.
Lic. Elena M T. Farah
Lic. en Administración y Gestión de la Educación
14/08/06